Monday, August 14, 2006

MEGA AMENAZA

Por Wilsón Tapia
Pese a lo que pudiera creerse, el terrorismo va en aumento. Los esfuerzos de las grandes potencias pareciera que no han servido más que para potenciarlo. Así, al menos, se desprende del descubrimiento realizado por los organismos de seguridad mejor dotados del orbe, los de Estados Unidos e Inglaterra. La brillante pesquisa que permitió desbaratar un atentado contra diez aviones en vuelo, deslumbra. Lo deja a uno encandilado. No sólo la investigación fue bien hecha, sino la forma de presentar los antecedentes. Un día, la entrega de los datos generales. Eso bastó para que en todos los aeropuertos del mundo los viajeros, que seguramente se sumaban por decenas de miles, sufrieran las consecuencias. Gracias a ese simple expediente, los noticiarios del planeta debieron colocar la información del atentado descubierto en un primerísimo primer plano. Las restantes noticias obtuvieron un tratamiento muy secundario. Al otro día se fueron entregando los nombres de los involucrados. De manera ordenada. Como debe ser una información profesionalmente preparada. Veinticuatro horas más tarde, el presidente estadounidense, George Bush, estrenó un nuevo adjetivo “fascistas musulmanes”.
Y a partir de allí vino una avalancha de comentarios de especialistas. Claro, la guerra en territorio libanés pasó a segundo plano. También las amenazas sobre Irán. El cuestionamiento a Israel recibió respuestas subliminales. Los “fascistas musulmanes” eran una amenaza latente. Diez aviones pueden llevar tanta gente como un transatlántico. De no haber sido por la efectividad de los servicios secretos norteamericanos e ingleses, quizás qué estaríamos lamentando. De paso, hasta pudieron justificarse las cárceles encubiertas que se le descubrieron a la CIA en Europa. La mega amenaza estaba presente. El mundo no debía olvidar que si los fascistas provocaron la masacre horrenda de la segunda guerra mundial, ahora volvían por sus fueros.
Sin duda, hay noticias que aparecen justo a tiempo. Cuando se necesitan. Ésta es una. Me niego a aceptar de buenas a primeras los complots de esta envergadura. Sobre todo, porque el terrorismo es una realidad. No sólo el de los “fascistas musulmanes”. También el de Estado, que aplican las grandes potencias o las potencias que, sin serlo a escala mundial, resultan desequilibrantes en su sector, como Israel. Sí, el terrorismo existe. Pero junto con él, existe otro elemento que el terrorismo requiere: los medios de comunicación. Ellos son los que hoy, más que en el pasado, son capaces de crear modas, costumbres, maneras de pensar, generar concepciones, levantar o destruir imágenes y personajes. En otras palabras, el terrorismo -como todos los mecanismos que se utilizan para alcanzar el poder- requiere de los medios de comunicación. Y éstos responden de acuerdo a sus propias orientaciones. En el caso del frustrado atentado contra los aviones, la noticia golpeó duro en lado occidental del mundo. Lo hizo de manera dosificada, para que calara lo más profundamente posible.
Pese a no creer en los complots creados por un súper poder internacional, esta noticia fue muy bien concebida y mejor presentada. Y es allí donde aparecen las dudas. La guerra contra el terrorismo requiere de estímulos como éste. Sobre todo, cuando sus sostenedores pasan por momentos difíciles. La imagen de Estados Unidos a nivel global se encuentra en uno de sus puntos más bajos. No sólo en países musulmanes, sino en Asia y en Europa, la invasión y ocupación de Irak le ha hecho cosechar frutos negativos a Washington. En la mayoría de catorce países encuestados, Estados Unidos es visto como una amenaza para la paz mundial. El sondeo fue realizado recientemente por el Proyecto sobre Actitudes Globales del Instituto Pew. Se basó en investigaciones propias y antecedentes entregados por el Departamento de Estado norteamericano.
Lo más inquietante de esta noticia no es el daño que pudo generar, sino el daño que provocó. Constituyó un recordatorio de una humanidad que periódicamente es transida por el miedo. Una civilización que es manipulada por el terror. Que es obligada, por unos o por otros, a estar sometida frente al pavor que provoca la bestialidad de conflictos que son ajenos, pero por los cuales se debe pagar el alto costo de vidas humanas mayoritariamente inocentes.
Al escribir esta nota, los medios de comunicación propalan la noticia de los esfuerzos de Estados Unidos por tranquilizar a los seres humanos. Y lo muestran con la actitud del padre que quiere demostrarles a sus hijos que tiene todo bajo control. Que sí, hay locos sueltos, pero están detectados y pronto se encontrarán a buen recaudo.
El afamado analista conservador David Gallagher sostiene que en los próximos doscientos años los historiadores aún se estarán preguntando por el origen del terrorismo entre los musulmanes. Tal vez esté equivocado. Es posible que éste haya nacido como una respuesta. Una respuesta nada nueva ante el terror de los más fuertes. Y, con seguridad, lo único novedoso es que a unos los guía el fundamentalismo de su fe y a los otros el amor por el dinero. Ambos, sin embargo, logran el mismo objetivo. Impiden, por el terror, que los seres humanos sean felices.

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